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Cuentos y Leyendas

Leyenda: Los Cumbes.

Hace ya miles de años, en la zona del Cumbe Mayo, elevado e histórico paraje de Cajamarca, vivieron los gentiles más ricos y más grandes del mundo: Los Cumbes.

Ellos nacieron cuando las luces de los relámpagos eran tan intensas y deslumbrantes que transformaron la tierra y el agua de la lluvia en vigorosos seres vivientes, tan fuertes como las propias rocas de las montañas y tan nobles y sabios como la luz que les daba emplendoroso origen.
Con la ayuda del sol construyeron en la cumbre de los cerros muchos pueblos hermosos, cuyos animales y plantas crecían y se multiplicaban con vitalidad incomparable, y los hombres entonces se convirtieron en los seres más felices de la tierra. El agua que caía de cielo, la más fecunda y dulce de todas las bebidas, al discurrir por el suelo, llevaba la vida misma, esparcía semillas fecundas, ávidas de transformarse rápidamente en lozanas y agradables plantas alimenticias El agua era el germen de seres muy grandes y bellos, constituía la propia fuente de la existencia y era venerada en tal forma que nadie debía desperdiciar ni una sola gota de ella.

 El alegre y decidido trabajo de los hombres permitió luego la construcción de hermosos y extensos canales de regadío, por donde el agua discurría cristalina y pura como la transparencia del cielo. Los canales corrían a lo largo de campos y caminos, llevando generosamente la vida a todos los rincones de la tierra. Grandes templos y enormes palacios abrieron luego sus puertas para que los hombres pudieran beber ese líquido sagrado y vital: el agua. Era un pueblo inmensamente feliz, a manera de un mirador andino desde el cual podía verse el distante azul del mar y el inmenso verdor de la selva.

 Pero un día llegaron al pueblo muchos hombres desconocidos y extraños llamados xexes, ansiosos de acumular violentamente la abundante riqueza que era patrimonio de todos. Obligaron a trabajar a las mujeres y a los niños, desperdiciando el agua de los manantiales, pues aquellos foráneos no la veneraban. Los forasteros construyeron nuevos palacios colosales, a los que solamente podían ingresar ellos. Las mujeres hacían el mismo trabajo de los hombres, descuidando la crianza de sus hijos y pronto aconteció la aparición de mendigos y de hombres malvados.

Cansado el sol, entonces, del poco cariño y del mal uso que se le daba al agua, se convirtió nuevamente en relámpago abrasador y causó una terrible y espantosa sequía de la tierra, que destruyó, además, a hombres y animales, dejándolos petrificados para siempre. Los gigantes se convirtieron en enormes y retorcidas columnas de piedra, conocidas hoy con el nombre de "Frailones de Cumbe Mayo". Dentro de ellos se puede observar ahora los muros derruidos de los palacios, la forma de monstruosos animales, hombres agobiados y hasta la figura de un mendigo harapiento, como un inmóvil y triste símbolo de pobreza.

 Fuente: 
- Libro: Lecturas selectas sobre Cajamarca.   Autor: Luzmán Salas Salas.


Leyenda: Catequil, Dios del Rayo.

Catequil fue hijo de dos antiguas deidades, Guamansuri y Cautaguan. La joven y bella Cautaguan tenía fieros hermanos, los guachemines, quienes capturaron y quemaron a Guamansuri cuando supieron que había seducido y embarazado a la diosa.

Los guachemines pusieron a Cautaguan bajo estricta vigilancia hasta que al poco tiempo dio a luz dos huevos. La diosa murió en el parto y sus hermanos arrojaron los huevos a un estercolero donde nacieron dos niños divinos: Catequil y Piquerao.

Catequil se hizo más fuerte, admirado y adorado desde Quito hasta Cusco. Él destruyó a los temibles guachemines y resucitó a su madre. Se dirigió al cielo y le pidió a su abuelo, el dios Atagujo que crease muchos pueblos para habitar y trabajar la tierra.

Catequil era venerado en la sierra norte como dios del rayo y el trueno y tenía un hermoso templo en Huamachuco. El lugar era muy frecuentado hasta que un día el Inca Atahualpa mató a sus sacerdotes y destruyó el templo, furioso por un oráculo que anunciaba su próximo y terrible final.

Fuente: Mitologia Andina.